EL PERIODICO DE CATALUÑA (03/02/2011)




LOS REYES MAGOS DE OCCIDENTE

Joan Barril

Primero fueron los marineros norteamericanos. Después llegó el primer embajador. Y a partir de entonces Franco pudo demostrar que sus sangrientas alianzas con los nazis y los fascistas italianos habían pasado a mejor vida. Los marineros no llegaron a Madrid, probablemente porque es más fácil llegar a la Luna que ir a Madrid en barco. Pero desde 1951 hasta 1987, la llamada Sexta Flota consideró el puerto de Barcelona como una de sus bases y la ciudad experimentó un cambio reconfortante tras la miseria, el racionamiento, el gasógeno y los bombardeos.

De todo eso nos habla Xavier Theros en un magnífico libro que se presenta hoy. Lo ha publicado ediciones La Campana y su título no lleva a engaño: La sisena flota a Barcelona, y un subtítulo: «Quan els americans envaien la Rambla». ¿Cómo se le ocurrió a Theros hacer la crónica de unos años de sombra? Theros se encontraba en el bar Kentucky de Barcelona y en la trastienda encontró las fotos de aquellos primeros años de invasión pacífica. «Eran fotografías muy trabajadas, de esas en las que el color amarillento amenaza con hacerlas desaparecer». Hoy Theros dispone de un archivo personal que ha ido ampliando practicando la soledad del entomólogo.

«No fueron únicamente los efectos diplomáticos que Franco consiguió a partir de sus convenios con los Estados Unidos. También Barcelona se encontró de la noche a la mañana con el fenómeno del turismo de masas. Los marineros de la Navy cobraban poco, pero el cambio del dólar en un país con una moneda paupérrima les convertía en millonarios. Y la hostelería y otras profesiones del ocio instantáneo sacaron una buena tajada. Los marineros norteamericanos eran en realidad los Reyes Magos de Occidente». Xavier Theros se jacta de haber nacido en un barrio -Sants- con profunda tradición anarquista. Pero también cultiva otros géneros. Junto a su socio Rafael Metlikovez forma el dúo Accidents Polipoètics, en los que cultivan una poesía eminentemente oral y sorprendente. Pero cuando deja la euforia del gusto por la palabra dicha, Theros se convierte en un periodista del detalle y del rigor. «Podemos afirmar que en Barcelona, las primeras personas que se dedicaron al aprendizaje de la lengua inglesa por motivos profesionales fueron las prostitutas. En los salones del Cosmos, en la plaza del Teatre, las mañanas servían para impartir lecciones en la lengua de Shakespeare. La terraza, en cambio, ya era el ámbito de las clases prácticas».

La supuesta invasión de los marineros norteamericanos no fue del todo incruenta. A veces tuvo resultados trágicos, como el hundimiento de una barcaza que trasladaba a la marinería en plena noche hasta los barcos fondeados fuera de la bocana. 47 muertos han quedado recordados en un pequeño monumento en el puerto barcelonés y constituyen el número mayor de víctimas militares norteamericanas en un accidente. Finalmente, el día de Sant Esteve de 1987, un confuso atentado en una de las sedes de la Navy en la plaza de Duc de Medinaceli acabó definitivamente con la presencia de los marineros yanquis en la ciudad.

De todo eso nos habla Xavier Theros en un prolijo libro de más de 400 páginas y muchas fotografías que ha merecido ser galardonado con el premio Josep Maria Huertas Clavería. Es la crónica de unas calles por las que no bailaron Gene Kelly ni Frank Sinatra ni Bing Crosby, pero que todavía recuerdan el tacto indeleble del chiclé, la chispa de la vida de la Coca Cola y el amable clima de guerra fría que hoy se nos ha ido calentando. Cuando en aquellos años la Navy atracaba en un puerto eran unas vacaciones, hoy es una operación geopolítica de alto riesgo.

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